1ª ÉPOCA: Intenta escapar del Imperio, pero... ¡sus largas garras te atraparán!
Y allí estaba, entre mis manos temblorosas la Síbile giraba de nuevo. Sin orden, sin razón. Cada una de las tres agujas a una velocidad, en sentidos contrarios. No funcionaba. No servía. Desorientada. Perdida. Casi muerta.
Decidió dirigirse al suroeste. Por el camino más largo, pero el más seguro, hacia el centro del país. Un lugar aislado, al que pocos soldados de Ekros llegaban, mejor que cualquier otro si lo que se trataba era de hablar con la resistencia de Abdarelth. En ese lugar se erigía un castillo en el Tiempo Antiguo. Unas ruinas escondidas en un oscuro bosque.
Anduvieron toda la noche. Sólo oyeron a algún que otro búho, los lobos escaseaban, y en ocasiones oían el aleteo de una ave rapaz.
En el amanecer, en uno de esos en los que el sol no aparece, en los que el ambiente se queda inmerso en una luz gris inerte, empezaron a ascender las montañas. Dejaban la protección del bosque atrás, para subir por enormes colinas de faldas de pizarra. El aleteo se hizo más fuerte. Acechante. Okhul miraba a su alrededor, levantándose la capucha. Oteando las montañas. Ambos pensaban en lo mismo. Rapaces. Un graznido agudo ensordecedor le predecía. Un enorme ave se acercaba rápidamente a ellos. Se tiraron al suelo para intentar evitar el ataque pero... Se había llevado al guarda Okhul. Y ahora un enorme pico le arrancaba sus extremidades en el aire.
Keira corrió, corrió ladera abajo, quería estar al amparo del bosque... Creía que no iba a descender nunca... Resbaló y cayó rodando. Hasta que llegó a la linde de los árboles. No podía levantarse, arrastrarse. El aleteo se acercaba, un graznido y... se vio atrapada entre las garras de aquel monstruo.
Más Imaginación en... El Cuentacuentos