1ª ÉPOCA: La Cámara de La Luz.
Elay abrió los ojos.
Miró anonadada a su alrededor. Estaba de rodillas. Justo en medio de un símbolo tallado en un tosco suelo de piedra. El mismo símbolo que le había llevado hasta allí. Una galería circular la rodeaba, y más allá, en todas direcciones, un sinfín de columnas que se perdían en la oscuridad. Una silueta se empezó a dibujar ante ella, se acercaba, cada vez más, un hombre alto, con el porte de un caballero. Ropas ricas, de un azul oscuro, casi negro. Tenía la mirada perdida, pero fija en el suelo que pisaba, cayéndole el pelo rubio y cano sobre los ojos.
Al llegar a la galería levantó la mirada, mirándola desconfiado, llevó la mano al mango de la espada y desenvainó en un instante, mientras avanzaba, colocando la hoja a pocos centímetros del pecho de Elay.
-¿De dónde has salido?- dijo una voz fuerte y rota a la vez.
-Yo... - Sentía temblar todo su cuerpo- No sé como he llegado aquí...
-¡Bahertes!- Una voz femenina increpaba al caballero, debía estar detrás de ella-¿Qué estás haciendo? ¿Cómo puedes descargar tu ira en una niña? ¿Dónde está la razón?
-Acaba de aparecer ante mí.- Gritó acercándole aún más la espada. -Brujerías como esa me hacen desconfiar.
-Te hacen desconfiar... Tu te criaste entre magia, el pueblo azul nunca ha desconfiado de ella... ¿No recuerdas a los sacerdotes que te ensañaron? ¿No recuerdas sus poderes curativos? ¿No confiabas en su sabiduría? ¿No recuerdas a tu hermana? Claro que no... Como ibas a recordar a un ser tan increíble, de tu propia sangre, que tú mismo desterraste... No lograron matarla, pero tú lo conseguiste. La acusaste sin razón, sin motivo. Como a esta niña.
-¡Y quién eres tú para juzgar las decisiones de un Rey!- gritó enfurecido.
-Mis desdichas son fruto de tus decisiones, ¡de tu cobardía! ¡De la cobardía de un Rey! ¿No puede un soldado que lucha por un reino juzgar a un Rey desorientado? ¡No tiene derecho cuando arriesga su vida por él!
Bahertes bajó la espada.
-Llévatela fuera de Abdarelth. Y piénsatelo dos veces antes de volver a la Ciudad Azul. Porque tú nunca has luchado por tu rey. Sólo por una diosa que a nadie protege. La guerra se acerca, y no quiero a traidores cerca de mí.
-Tú, Bahertes, hijo de Dathaer, de quien no mereces serlo, te arrepentirás de esto. Te arrepentirás de todas y cada una de las decisiones tomadas durante estos años. Te arrepentirás de no intentar parar esta guerra. Aunque todo esfuerzo sea inútil para detenerla.