viernes, enero 04, 2008

Esos millares de espíritus inmortales...


Los muertos no necesitan aspirina, solo necesitan seguir estando muertos. Porque cuando esto cambia, el orden cósmico del universo (ya sea tridimensional o tetradimensional, eso pregúntenselo a Stephen Hawkins) se deforma, varía, y pueden ocurrir cosas que nunca hubiéramos esperado ni imaginado en nuestra vida, ya saben, esa que teníamos antes de morir.
Vivir sin vida es una verdadera mierda. No creces, no envejeces, no engordas, no adelgazas, tus pintas seguirán siendo las mismas eternamente, aunque los que eran más cercanos a ti mientras estabas vivo no tengan ni la menor idea de quién eres. Aunque se lo grites, le des datos que nadie más sabe, lo máximo que podrás conseguir es que te metan en el manicomio con un estúpido mote al estilo de Señor Quien o Señor Nadie. Porque en esta situación de verdad que no eres nadie. Existes por pura equivocación. Ya saben, la excepción de esa regla que dice “la excepción confirma la regla”. Eres un muerto vivo. Aún me sigo partiendo de risa cuando escucho este ridículo concepto. Benditos los delincuentes que nos dan un simple trozo de plástico con nuestra foto por unos cuantos cientos de euros. Yo morí por culpa de un cuchillo de carnicero. Que se oxida cada vez más y más, provocando que el óxido me cubra medio cráneo. Cuando me miro al espejo me veo, con mi barbilla casi inexistente de siempre, mis ojos pequeños y mi cara cuadrada, y con el mango del cuchillo mirando hacia la derecha, haciendo un ángulo de unos 30 grados. Un día me pillaron rascándome el mango en medio de la calle. ¿Qué dirían si ven a un tío rascándose con insistencia algo inexistente que se encuentra a un palmo por encima de su cabeza? Un tarado, por supuesto. Suerte que vi a un bebé mirándome y partiéndose de risa mientras pasaba por mi lado, y pude recordar que aunque el arma causante de mi muerte se haya convertido en una parte más de mi cuerpo (sí, forma parte indispensable de mi muerte-vida) el resto del mundo (excepto los muerto-vivos) no tiene ni idea de que está ahí. Cierta vez conseguí acostarme con una camarera, imagínense su cara al verme follando y gritando “¡auch!” cada vez que chocaba el mango del cuchillo con el cabecero de la cama. Al final terminé riéndome de ella (me fue imposible evitarlo) y con un buen guantazo en la cara. Maldito carnicero psicópata que no tiene que aguantar un pedazo de hierro en la cabeza, y encima, sigue vivo. Todo por un poco de paletilla… Dos días después de morir me encontré por la calle con un tío que tenía un autobús sobre él. Como es de imaginar, había muerto atropellado hacía unos treinta años. Así que el colega iba vestido como Nino Bravo en sus mejores años y con un autobús anticuado encima (al pobre le era imposible encontrar trabajo, no entraba en ninguna oficina). Algunos de los demás consideraban su aspecto un poco “pop”. Eso sí, una consideración sin estar exenta de algo de cachondeo. Los demás son un grupo de muerto-vivos a los que me uní. Los conocí a través del tío del que antes he hablado, de “Busman”, como todos lo conocen. Son cinco muerto-vivos que se reúnen en un bar de cerca del centro de la ciudad. Busman sólo se une a ellos en verano cuando sacan las mesas a la calle, ya que le es imposible entrar por la puerta del local… La más pequeña es Alicia, que murió con 12 años en los años 80, aún lleva calentadores y un chándal de colores chillones y brillantes. La mató su padre, de un tiro en la nuca. Así que el rizado pelo de Alicia rodea el agujero que tiene en el cuello. Por suerte, para los vivos parece algo mayor de lo que es y puede encontrar algún que otro trabajillo para subsistir. Pero no le es suficiente, ahora, en enero del 2008 debería haber cumplido 36 años y le abate verse como una niña de 12, o como le ven los demás, una adolescente de 15. Manuel era camionero y tuvo un accidente en 1995, murió cuando un cristal del parabrisas le cortó el cuello. Ahora va con la cabeza bajo el brazo, y hace tiempo dejó de mencionar que echaba de menos a sus hijos. Harold era un turista escocés que murió en la mesa de operaciones de un hospital del sur por un error médico. Tiene el pecho abierto y un bisturí en una de las válvulas del corazón. Se arrepiente de no haber podido acompañar a su esposa de 28 años de vuelta a Escocia, y de no haber firmado un acuerdo prematrimonial. Paula era jueza en 2005 cuando murió de muerte natural. Fue un infarto a los 32 años. Fue algo realmente extraño, aparte de ser tan joven para morir de lo que murió, muy pocos de los muerto-vivos lo son por muerte natural. La mayoría son asesinatos y una pequeña parte accidentes. Nadie sabe porqué existimos, aunque quizás Saúl sí sospeche algo, pero lo que sabemos es que todos los que mueren no se convierten en uno de nosotros, muchos apenas lo son pocos minutos o van directamente a otra parte. Al cabo de unos años, dos, diez, veinte, los muerto-vivos dejan de serlo y van al lugar al que van aquellos que nunca son como nosotros. Mueren definitivamente. Pero Saúl no lo ha conseguido. Murió desangrado a los 25 años en la cárcel en el año 37. Acaba de hacer 70 años. El 25 de Diciembre. Consiguió volver a su pueblo tras su tercera muerte. Sí, exacto, se puede morir varias veces. A Saúl le ocurrió esto porque mientras esperaba en la estación al tren que le llevaría a casa, un hombre le vio, y se le antojó parecido a uno de los dirigentes del otro bando de la región. Entonces le empujó a las vías del tren. En el momento de su segunda muerte Saúl adquirió el aspecto de otro hombre que no era él, y claro está, arrollado por las vías. Y es que era así como la Muerte le había visto al llevárselo. Al morir de nuevo te ves a ti mismo con la apariencia del falso aspecto con el que mueres. Así que, prefiriendo ser un hombre con un balazo, que un hombre arrollado por un tren, con todas las dificultades que acarreaba, decidió provocar su tercera muerte abalanzándose hacia un soldado que observaba su antiguo cuerpo. Este reaccionó y le pegó un tiro en el pecho. Ahora, tuviese el aspecto que tuviese, no tendría que sentirse como ese amasijo de carne que ahora quedaba en las vías. Aunque pudo coger el tren, y llegar el 10 de enero de 1938 a su pueblo, ya era tarde, su mujer y su hijo habían desaparecido, es decir, habían sido fusilados. Cuando un muerto-vivo pierde el objetivo de su anterior vida, y los seres a los que quiere desaparecen o le rechazan, no tiene sentido seguir viviendo. Por eso nunca llegaba a aquel sitio donde otros iban. Había que buscar un sentido a su vida. Lo lleva intentando 70 años y aún no lo ha conseguido. De lo que hay que estar seguros es de que la Muerte no mata el alma, sino un cuerpo, simplemente, y no tiene ni idea a quien pertenece este. ¿Qué estúpida no creéis? No soy capaz de contar mi historia, porque supongo que llevo poco tiempo en esto y encuentro hasta la historia de Busman mucho más interesante que la mía. Pero en algo he logrado diferenciarme de ellos. No he vuelto a por mi familia, que la quiero, pero visto lo visto ahora es tiempo de olvidarme un poco de ellos. Pero si fui a visitar al carnicero. Aunque una rejilla nos separaba, tras sólo tres de mis provocaciones, se abalanzó sobre mí e intentó matarme por segunda vez, pero yo fui más rápido. Le maté a él y a uno de los guardias que me llevó a la comisaría. El conductor me mató, y esa fue mi vía de escape. Estaba en las afueras de Barcelona, con otra cara, con otra vida, y ya era libre de los crímenes que acababa de cometer. De esta forma le regalé a Saúl el sentido de su vida. Detenerme.






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