Desorientado
"Si de mí dependiera, rebobinaría, como poco hasta esta mañana, y volvería con algunas flores. Para dejarlas caer al patio, que volaran un segundo, y ellas mismas eligieran dónde caer. Así la física de sus pétalos habría decidido por mí. Ya que yo no puedo hacerlo."
"Pero he dudado. Y no he podido condenar a uno de los pocos mendigos que transitan por el patio, tumbados en cualquiera de sus bancos. Temo por su Destino. Por lo que yo les pueda llegar a hacer, sin llegar a ser directamente responsable."
Ahora el Destino se veía sometido a los sentimientos de los hombres, a aquello de lo que quería servirse en un principio para conseguir sus objetivos, a la compasión.
Ahora se veía preso de una falsa esperanza, preso de la posibilidad de que por siempre permaneciera como hombre. Sin volver a recobrar su antigua naturaleza divina.
Qué débiles y que fuertes podían ser a la vez aquellos extraños seres atados a sus emociones.
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