lunes, diciembre 25, 2006

1ª ÉPOCA: El destino de los valientes

Colocaba la trastienda cuando comenzaron a sonar las sirenas. Los cuernos de los mensajeros. Conchas de mar, del oeste, que cantaban como las hijas de Aqueloo. Dulces, pero fuertes, agudos, bellos. Salió a la puerta de la armería. Kahré pasaba allí todo el tiempo que no estaba en adiestramiento, ganando algo de dinero, para enviárselo a Petra. Solía ser un trabajo tranquilo, dos meses allí y aún no había escuchado la llamada de los mensajeros de Ekros. La primera vez, y le inquietaba.

Volvieron a llamar los cuernos. Caminó hacia la plaza central del fuerte. Al pie de la escalinata del Palacio de los Capitanes estaba el único mensajero, que con sus potentes pulmones había aparentado el sonido de varios cuernos a la vez. Darkos apareció flanqueado por dos Guerreros. Se quedó en el centro de la balaustrada central, sin bajar un peldaño. Y con el mismo eco de soberbia de siempre comenzó a hablar, en la mano llevaba un pergamino, el mensaje que le acababan de entregar.

-Habéis sido convocados para daros a conocer vuestro destino. Desde el mismo Oeste. Se ha reconocido vuestro progreso. Por torpe que sea, pero hay que reconocer que ya sois al menos soldados. Velaréis por la seguridad de la ciudad de Pahlenor. El jefe del destacamento, por haber demostrado su valentía y aptitudes para el mando será Thiro Kalel.

Kahré le buscó entre la gente. Le encontró al pie de la escalinata, como si acabara de salir del Palacio. Kalel ascendió unos cuantos escalones, y Darkos le tendió una daga. La daga que todo jefe de arqueros poseía. Curvada y con una gema romboide engastada en el mango cuyo rojo fuego simbolizaba el poder de Ekros hasta en el menor de sus jefes.

-Esta daga es el símbolo de su responsabilidad, de su cargo, y de su fidelidad a Ekros. Porque su destino, será grande.