viernes, agosto 28, 2009

La ciudad que nunca se detenía





Ciudades en las que viviría:

*El Cairo
*Estambul (no la he visitado pero estoy segurísima)
*Berlín (lo mismo que la anterior)
*Londres (de mercadillo en mercadillo, de museo en museo, fotografiando a la gente)

domingo, agosto 23, 2009

Gato -Edición Ampliada-

Carmen abrió los ojos. Estaba tumbada de lado en su cama. Mirando hacia el armario. Y una pesadilla le había hecho despertar de golpe, de tanto terror que sentía. Se destapó y se incorporó. Posó los pies desnudos en el helado suelo de su dormitorio y se ciñó la bata que la esperaba sobre el galán. Fue al baño, se duchó y vistió. Abrió la puerta del piso y se encontró con aquel gato. Al cual ya no sabía de que manera espantar. Cada mañana aparecía en la puerta. Expectante.

-¡Fúuu! ¡Y no vuelvas! –medio gritó asustando al bicho.

Bajó por las escaleras, cerró la ventana de la entreplanta, que alguien del edificio siempre abría por la noche, hiciera frío o calor, y ella cerraba por el día. Y siguió bajando hasta el portal. Salió a la calle. Otra vez aquel cielo abovedado y triste. Se acercó al quiosco, que estaba en los locales de su mismo bloque.

-Buenos días Paco, -dijo cogiendo el periódico oriundo de la ciudad- ¿y la Úrsula?
-Con la gripe, y me he tenido que bajar yo sólo a abrir. –Dijo el quiosquero con voz apagada.
-¡Con lo mayor que está usted! Bueno, dígale de parte mía que se mejore. –Se hurgó en los bolsillos y contó un euro sesenta entre monedas de cobre y doradas. –Deme usted lo que sobre en regaliz rojo.-

Y volvió a casa oliendo a dulce.

-Ale, regaliz rojo, del que os gusta a tu padre y a ti.
-Que como niños somos. –Le respondió Alfredo achuchándola – ¿Has visto la portada?
-Pues no. –Se sacó el periódico de debajo del brazo y lo desdobló- Dios mío, ¡pero cómo es posible!
-¿Que ha pasado mamá?- le preguntó su hijo Guille parando de comerse los cereales.
-Que hay demasiados locos sueltos. Venga, termínate eso ya, que nos vamos para el cole.

***

-¡Hola Gato! ¿Con cuanta hambre venimos hoy?- A lo cual el felino respondió deslizándose cariñosamente entre sus piernas.- Aquí tengo algo para tí.

Alfredo abrió la plateada caja de tabaco de liar. Sacó un trocito de carne cruda y se la dio. El gato comió ávidamente. Y maulló, suplicando por otro rico manjar. Pero se tuvo que conformar, y decepcionado, se escapó por la ventana.

Alfredo sonrió. Cuando iba a cerrar la caja se dio cuenta de que había una gotita de sangre que la ensuciaba. Y goloso, la limpió con la yema del dedo, llevándosela, casi lujurioso, a los labios.

Relamiéndose tal y como Gato lo había hecho poco antes.