Amaneceres
Todas las mañanas del mundo, con toda su luz, con todas sus ganas de no levantarse, de no continuar, recayeron sobre Alfredo en sólo una mañana.
Un atisbo de arrepentimiento se había asomado por el este aquella mañana, y aún no asomaba lo suficiente para iluminar los tejados, las casas, la catedral.
Así que se decidió por empujar todos aquellos sentimientos hacia la oscuridad. Haciendo que fuese un amanecer en el que el sol significaba el completo olvido.